domingo, 8 de junio de 2014

UN NUEVO PENTECOSTÉS

En la tierra, habitó algún tiempo el Hijo del Hombre, que, según dijeron “pasó haciendo el bien”.
Los hombres lo mataron, pero Dios, lo resucitó y lo atrajo de nuevo hacia Él.
Los hijos de los hombres sufrieron la ausencia de un Ser Querido y la soledad invadió sus vidas, por lo que enviaron al Padre este mensaje:

Y desde el Cielo, se remitió una respuesta:

Muy pronto, sobre la Tierra, empezó a surgir algo nuevo.
Nadie lo vio, ni lo oyó, ni supo explicarlo, pero se percibía la presencia arrolladora de una íntima compañía que llenaba de felicidad. Algunos comenzaron a buscar el fenómeno secreto que originaba aquel cambio espectacular y... se quedaron en la estancada de sus elucubraciones filosóficas y teológicas. Otros, en cambio se dejaron arrastrar por esta fuerza invisible y penetraron en mundos insospechados de paz, de gozo, de alegría... Sintieron que sus vidas se renovaban con fuerza en el contacto sereno y callado, permanente y silencioso con el Ser que las llenaba. 

 Fueron pocos los hijos de los hombres que habían aceptado la aventura de dejarse conducir por esta misteriosa Fuerza. En muchos, existían recelos, miedo al riesgo, cobardías ocultas que impedían lanzarse a campo abierto. 

Fueron pocos, sin embargo, fueron fuertes. Supieron hacer de sus vidas canales conductores de VIDA y de sus corazones hogueras encendidas de AMOR. 

Y pronto, muy pronto, aquellos corazones inflamados de fuego, sintieron el arder de la llama que les abrasaba y saltaron troceados en el gozo incontenible de comunicar el DON. Otros corazones abiertos se hicieron eco de esta maravilla y acogieron con gusto el DON que se repartía. Cada día, sobre la tierra, aumentaban los hijos de los hombres que se decidían a introducir en sus vidas este Misterio transformador. 

      Y .... el Misterio no se agotaba. Realizaba en los corazones prodigios sorprendentes.
       Era:
                     oasis de paz en la lucha,
                     descanso reconfortable en el esfuerzo
                     fuerza en la debilidad,               
                     medicina en la enfermedad
                     consuelo en el dolor,                         
                     compañía en la dura soledad,
                     salvación en el peligro y la tentación,
                     suavidad en la aridez,
                     brisa en el ardor,
        era........gozo, alegría... y sobre todo,
        era........la certeza de la Presencia de Dios entre los hijos de los hombres,
        era........como si Dios mismo hubiera bajado a remediar las   necesidades presentadas,
                    como si El cubriera la faz de la Tierra,
                    atendiendo con paternal solicitud a sus hijos solitarios
.
        No era Dios, pero... ¡ERA SU ESPIRITU! 

 ¡¡ SÍ  !!    Este era el nombre : ESPIRITU DE DIOS =  Fuerza, viento, fuego, brisa, descanso...

Así lo experimentaron y así lo transmitieron quienes tuvieron la dicha de ser portadores de EL
Y la eclosión de gozo que produjo el Espíritu de Dios en aquel lejano Pentecostés, se propagó con fuerza sorprendente.
Y hoy este mismo Espíritu sigue:
                           abriendo brechas en caminos tortuosos,
                           inflamando corazones rotos por el Amor,
                           sosteniendo los pasos de cansados caminantes,
                           curando, sosteniendo, animando a la Iglesia y a los hombres.
Basta con tener el corazón abierto a Él.
                                                                                                          A. Castro

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