viernes, 24 de marzo de 2017

PON TU MANO EN MIS OJOS, SEÑOR

Pon barro y saliva, 
y tu mano humana y divina, 
en mis ojos para que tengan vista 

PON TU MANO EN MIS OJOS MIOPES,
para que puedan mirar más allá de la costumbre, la familia y la comunidad, 
y ver al hambriento, al sediento, a los siempre pobres. 

PON TU MANO EN MIS OJOS ENDURECIDOS 
por el paso de los años y los fracasos, 
para que se transformen en ojos emocionados, capaces de llorar. 

PON TU MANO EN MIS OJOS CANSADOS, 
que no alcanzan a distinguir bien cosas y personas, 
para que adquieran juventud y claridad en este mundo convulso y cambiante. 
 
 PON TU MANO EN MIS OJOS ENFERMOS, 
mal acostumbrados y poco cuidados, 
para que recuperen la salud y puedan ver sin engaño en plenitud. 

PON TU MANO EN MIS OJOS HERIDOS 
por tantos golpes, luces y fogonazos 
que han recibido de la vida cuando intentaban verla en profundidad. 

PON TU MANO EN MIS OJOS VACILANTES, 
que no saben detenerse y reconocer 
lo que ante ellos emerge con novedad 
dejándome siempre perplejo y vacilante. 

PON TU MANO EN MIS OJOS SUPERFICIALES, 
que pasan rápida y febrilmente por todo lo que encuentran y se les ofrece, 
pero evitan encuentros y compromisos estables. 

PON TU MANO EN MIS OJOS CIEGOS, 
clausurados a la vida y a la luz, 
para que vuelvan a ver la vida y tus signos con paz, ilusión y movimiento.  

 Pon barro y saliva, 
y tu mano humana y divina, 
en nuestros ojos para que tengan vista.  
Florentino Ulibarri 

sábado, 18 de marzo de 2017

¿DÓNDE VAS, SAMARITANA?

           De la lectura de Jn 4, 1-30 en este III domingo de Cuaresma, surgieron estas líneas que te ofrezco.

          ¿Dónde vas, samaritana, con tu cántaro vacío?. ¿Dónde vas, en la tarde calurosa de tu tierra, con el sol agotador de tu país? Vas triste y cansada. No flotan ligeros tus cabellos. Sientes en tu vida el peso de los días pasados, la carga abrumadora de tu soledad. Te ha vencido el calor. Te ha dominado la sed. Y ahora, vienes deprisa a saciarla a este pozo que tampoco te saciará. 

          Traes entre tus finas manos, el barro de tu cántaro vacío. Traes en tu corazón oculto, el barro de tu ser envejecido. 

          Tu mundo es tu cántaro, y tu camino el que te acerca al brocal del pozo. Has bebido mucho agua y no sientes saciada tu ser. Has recorrido otros senderos y sólo te alejan de ti. 

          Tienes sed. Vienes con ansiedad a colmar tu viejo cántaro y luego, como tantas otras veces, se acabará, y tú volverás y así una y otra vez... ¡Por eso vienes cansada! ¿Sabes? 

           Aligera tu paso, Samaritana. Levanta tu cabeza al viento y no temas acercarte: en el brocal del pozo te espera Alguien que padece tu misma enfermedad: Tiene sed. Mira, tiene sed y necesita la tuya. También está cansado, como tú. Y necesita tu cansancio para descansar. Da de tu sed al sediento y sentirás el frescor de una nueva vida. 

          Te acercas, y no lo ves. Echas la cuerda del pozo y sube el agua a borbotones. Acercas tu boca ansiosa, quieres saciar tu sed con tu agua, y sólo piensas en ti. También El tiene sed, y... ¿no ves que no tiene con qué sacar agua? No te extrañe su demanda: 
                                            - “Dame de beber” 

          No es agua del pozo lo que te pide el judío. Es el agua de tu sinceridad y tu amor, de tu don y tu amistad, de tu mismo ser, pero tú no puedes entender. ¡Estás demasiado vacía! ¡Como tu cántaro! 

           Pero en tu corazón roto, en tu alma lacerada, era posible sembrar.Y pronto surgió la vida. 

          Abre tu corazón a su palabra: El dice Verdad ¿no es eso lo que buscabas? Tal vez te extrañaste de su porte, tal vez te sorprendió su compostura. No podías admitir su sencillez, transparencia y suavidad, frente a tu nerviosismo, ceguera y suciedad. Pronto, tú misma lo descubriste: “El dice Verdad”. Y tú te dejaste sorprender por ella. 

           El sigue hablando y vas recobrando vida. Quieres entender pero aún tienes tu cántaro vacío entre las manos. Es necesario que dejes el cántaro. Es necesario que dejes de mirar a su fondo oscuro y siempre igual. Rómpelo , si es preciso, ante El, y recobrarás el agua vertida en torrente de manantial. ¿No sientas ya? Es la vida que nace, es el manantial que brota, es la luz que ilumina, es el agua que sacia, es... tu mismo ser que descubre tu interioridad y quiere salir.  

          No te calles, Samaritana. No apagues la vida que te nace. Díselo:  
                         - “Dame de beber”  

          Y El te dará. Tu sed ya no será tuya. Y el mismo te dirá: 
                    - “Has dicho verdad” 

         También tu eres sincera. Has reconocido tu vida ante El, y en este momento, tu cántaro se ha roto. Miró a través de tus ojos y vio verdad, transparencia, pureza, luz.

           Ya podéis entenderos porque vais encontrando algo en común. 

           Párate, Samaritana. Bebe. Bebe. Sacia tu sed. Ya no necesitas cántaro porque sería insuficiente. 

          Y lo has hecho. Has bebido con fuerza en las Aguas de la Vida. Y sin saberlo te has convertido en Apóstol, sabes de muchos sedientos y quieres que vengan al Pozo. Y vas corriendo a buscarlos. Ya no pensabas en ti. Lo habías aprendido de El. Sacias tu sed y la suya. Le brindas tu ser a borbotones, como el agua que fluye del manantial. Y tu cántaro rebosa, y tu vida se plenifica. 

          Ya sé dónde vas, Samaritana: 
 A LLENAR TU CANTARO Y CALMAR TU SED.     
                                                                                         A. Castro 


jueves, 2 de marzo de 2017

VASIJA DE BARRO: CAPRICHO DE ALFARERO

Te has acercado a mi blog, tal vez por casualidad, tal vez buscando alguna novedad....Antes de seguir, permite que te agradezca tu visita. Si lo deseas, puedes dejar tu comentario. Gracias. 
La imagen de polvo y barro que nos trajo el miércoles de ceniza y con la que abrimos el Pórtico de la Cuaresma, nos servirá de pauta para desgranar estas estas líneas. 

No existías hasta que Alguien te pensó.
Alguien se enamoró de tu barro y te amó.
Tomó tu polvo desmembrado y jugó caprichosamente con tu barro.
Al contacto suave de la amorosa mano de Alfarero,
      ibas creciendo,
      ibas haciendo cabida en tu ser,
      ibas formando cuenco de acogida,
      ibas aglutinando aquel polvo en barro amasado,
     ibas... haciendo realidad el sueño de un Alfarero:

¡ COMENZABAS A SER..! 
Tu ser, fue fruto de un pensamiento de Amor.
Tu ser, fue realidad gracias a una ternura inefable.

Jugaba mucho con tu barro,
tú eras feliz entre Sus Manos,
         te miraba,
                 te pensaba,
                                                                          te moldeaba,
                                                                                    te amaba...
por eso, el Alfarero. al concluir su tarea, fijó en ti sus ojos con inmenso cariño y exclamó:
                  - “Ya tengo tu NOMBRE. Te llamarás: CAPRICHO DE ALFARERO
 

No podía llamarte de otra forma, porque tú eras:
                   su juguete cantarín, su sueño realizado,
                                 su ilusión colmada, su vasija de barro única,
                                               su... CAPRICHO.
 
También tú te miraste, pero... ¡sentiste vergüenza!
                    - “¿Por qué de barro? – decías-
Luego, tu mirada se volvió hacia el fondo de tu ser: ¡ Tenías un TESORO!
Sin duda, lo había depositado El. ¡Y lo amaste!
Amaste tu vacío
                           como parte integrante de tu ser,
                           como embrujo arrollador que te envolvía más y más,
                           como fuerza cautivadora que te sumergía en profundidades no soñadas.

Y pronto, muy pronto, sentiste necesidad de llenarlo.
Y te afanabas... en vano.
Tu vacío se hacía inmenso, cobraba dimensiones cósmicas,
tenía un fondo inalcanzable, era... casi infinito.
                   - ¿Cómo llenarlo? Te preguntabas.

 Pero un día, ¿recuerdas?, el Alfarero vino a pedirte el TESORO.
No comprendías su locura de Amor por tu barro.

¿Para qué pedía tu vacío?... Seguías preguntándote.
             - Capricho de Alfarero, si Yo te dí el ser, ¿Vas a negarme “tu nada”? - te dijo el Alfarero.
No supiste contestar.
Pero un deseo secreto y misterioso, te impulsaba a conservar para EL, el cuenco vacío de tu ser.
¡Y le ofreciste “tu nada”!

En aquel momento, pequeña vasija de barro, te inundaste:
                                 de la llenez de ser poseída,
                                 de la plenitud de ser amada,
                                 de la paz de estar en EL,
                                 del gozo incontenible de existir.

Te abandonaste en Sus Manos,
y permitiste al Alfarero, que jugara de nuevo sus caprichos con tu barro.
Y El jugó:
        te zarandeó,
                 te acarició,
                          te amó,
                                  y... te destruyó...
Tú volviste a ser una masa informe de barro, más tarde, polvo olvidado.

No te quejabas. Lo habían hecho Sus Manos de Alfarero,
además, ¿de dónde sino del polvo, te había dado ser?

 El... seguía amando tu polvo.
Tú... encontraste la Plenitud del SER en el “no ser “ de tu existencia.  Y dijiste silenciosamente:
.....Y cuando comprendiste esto...celebraste la mejor Cuaresma de tu vida
                                                                                                               A. Castro

                                           Y ahora, te invito a cantar: El Alfarero