jueves, 12 de mayo de 2016

LOS NOMBRES DEL ESPÍRITU SANTO - 5 -

ABOGADO DEFENSOR 

Espíritu Santo, Paráclito: 
Que vienes a mí enviado por el Resucitado, como ABOGADO DEFENSOR, y no como fiscal, ni como juez, sino como defensa en mi debilidad. ¡Te necesito tanto! 
Puedo creer que tu servicio es defenderme de los ataques del Malo, de los peligros que me cercan por las circunstancias adversas, que a veces agrando hasta sentirme acosado por fantasmas; en realidad, de quien debes defenderme es de mí mismo. 

¡Qué diferente se interpretan los hechos cuando se sabe uno defendido de cuando se vive a la intemperie, sin refugio, ni escudo protector! Aunque reconozco que esta experiencia es en muchos casos subjetiva; cuando pienso que me ayudas, no siento miedo, ni me arredra lo adverso, sino que por el contario, surge el ánimo y me asiste la fuerza.

Espíritu Santo, que vienes en ayuda de nuestra debilidad y nos enseñas a pedir lo que nos conviene; el mismo Jesús nos aconseja que pidamos precisamente tu ayuda, como mejor súplica: 

¡VEN, Y PROTEGE LA FRAGILIDAD DE NUESTRO BARRO! 

¡En qué gran error se puede caer cuando, de manera pretenciosa, uno se siente fuerte, valiente, capaz! 
Solo Tú, Espíritu Santo, das el valor, la fuerza, el ánimo, la valentía, la esperanza, hasta el optimismo de interpretar todo en clave positiva. 
Sé que Tú te manifiestas de manera paradójica, y para que se vea más tu ayuda, mientras nos creemos fuertes y autosuficientes, no intervienes, sino que dejas que lleguemos a nuestro propio límite para que así sea más evidente que tu defensa nos salva en nuestra fragilidad.
ABOGADO DEFENSOR, no tardes en tu acción gratuita, porque si no llegas a tiempo soy capaz de crecerme o de hundirme; de atreverme en el combate, o de huir; de pensar que soy capaz, o de entregarme en la derrota. 
Espíritu Santo, defiéndeme del enemigo, defiéndeme de mí mismo, y sobre todo, haz que no sea temerario, fiándome de manera vanidosa de mí. Sé que Tú resistes a los soberbios y acompañas a los sencillos y humildes. 
ABOGADO DIVINO, 
Tú sabes mejor de mis quiebras, ¡ven en mi ayuda! 
(P. Ángel Moreno de Buenafuente)

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