DULCE HUÉSPED DIVINO
Espíritu Santo que, por gracia, me has convertido en casa habitada:
En templo santo, en espacio sagrado, y resides en lo más profundo de mí mismo, en el más profundo centro, y aguardas a que se acallen mis voces interiores, para decirme muy quedo tu existencia.
Te pido que no seas tan discreto, porque cabe que, distraído, violente tu estancia por aturdimiento.
Al contemplar la verdad que me identifica, me duele vivir tan descuidado, derramado en cosas exteriores, ansiando la relación que en realidad llevo dentro.
Por mi falta de atención, aunque sea de manera involuntaria, a veces allano la presencia, sin respeto.
Espíritu Santo, que solo te dejas oír cuando acallo y modero mis deseos, y agudizo el oído del corazón. Me escandalizo de las veces que convivo contigo sin estar atento, y aún más de quejarme de soledad de forma injusta, si Tú eres compañero.
HUÉSPED DEL ALMA, quiero pedirte perdón por mi inconsciencia, e ingratitud para contigo, pues si Tú mantienes tan amorosamente tu presencia en mi propio interior, ¿por qué me quejo de sentirlo vacío?
HUÉSPED DEL ALMA, si Tú lo llenas todo, lo penetras todo, y colmas con tu presencia aún lo más recóndito de mi ser, ¿por qué ansío complementar mi afecto, y busco las migajas del banquete, cuando Tú me ofreces sentarme a tu mesa en intimidad amorosa?
Sé que no te ausentas, por más que no te invoque, pero esto aún me duele más, porque no tiene justificación mi exilio de tu mirada, si, como dice el místico, tienes tus ojos en mis entrañas dibujados.
Sé que Dios, al mirarme, te ve a ti dentro de mí, y gozo, aun sin saberlo, del trato misericordioso, del trato que me dispensa por ser, gracias a ti, imagen de su Hijo, reflejo de su mirada.
HUÉSPED DIVINO, no te impacientes, espera a mis retornos, y aunque vuelva avergonzado, no me cierres la puerta del corazón.
HUÉSPED DULCE DEL ALMA, déjate oír, ya sabes que cabe la sordera por excesivo ruido externo, que cabe el entretenimiento extrovertido, la mirada distraída hacia lo externo, en vez de ahondar y de gustar tu dulce compañía.
Ven, Espíritu Santo, HUÉSPED DIVINO, consuelo que no deja hastío, amor imperecedero, amistad fiel. Pero más que venir, si estás tan adentro, déjate sentir, para que no sea descortés para contigo.
(P. Ángel Moreno de Buenafuente)
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