De
pronto, una mano encallecida y arrugada rozó el brazo de esta joven, al tiempo
que la voz de aquella anciana, pobre y desvalida, simplemente suplicaba una pequeña ayuda.
Muy pronto, la muchacha,
entabló una cálida conversación con aquella mujer de pequeño y gastado
cuerpo. Y supo que tenía 83 años (aunque aparentaba más), conoció su dolorosa
situación marcada por el cruel desahucio que la llevó a salir de su casa y
vivir en una casa “sin puertas” , sin luz y sin calor. Comprendió el dolor de
aquella anciana que, hacía 3 años, había perdido a un hijo y el pasado junio a
su marido y… la mínima pensión de
viudedad se la llevaba el pago del nicho “donde están ellos -decía- y al que quiero
que me lleven cuando me muera, para
estar con ellos”. La joven supo que aquella anciana sólo comía al día, y no
todos, una comida caliente en el comedor de transeúntes. Que no tenía aceite,
ni ropa, ni...
La muchacha conmovida, depositó unos euros en la arrugada y
trabajada mano de la anciana, y ajena al bullicio de la gente que pasaba por
aquel concurrido lugar, la abrazó y la besó con inmenso cariño…
Aquella mujer, de figura menuda, apenas miró las monedas que
tenía en su mano, más bien miró fijamente a la joven y le dijo:
-
---
“¿Por qué haces esto? Nadie, aquí en la calle,
me ha dado nunca un abrazo y un beso, ¿Por qué lo haces?”.
Apareció el autobús. La joven, dando unos pasos adelante, simplemente
le dijo:
- -- Porque me recuerdas a ALGUIEN. No dejes de ir a
Cáritas, te ayudarán.
Subió al autobús. Desde la acera, una mano temblorosa la despedía y unos ojos humedecidos le decían
desde dentro: “Hasta siempre”
¡Qué palpable estaba en aquella mujer el ROSTRO de CRISTO…!
¡Cómo no abrazarlo, como no colmarlo de besos…!
¿Qué cambiaría en
nuestro mundo, si fuéramos siempre por la vida con los ojos abiertos…?
A. Castro
(Narración tomada de un hecho real)
(Narración tomada de un hecho real)
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